Boogie Boogie Bushgie

26 abril 2007

Las habilidades bailongas de Georgie en una exhibición espontánea y natural como la vida mimma.


Confesiones de un Asesino Económico a Sueldo

23 abril 2007

John Perkins: «Confesiones de un Asesino Económico a Sueldo»

En su libro ‘Confesiones de un Economic Hit Man’, John Perkins describe cómo él mismo, como un profesional muy bien pagado, ayudó a EE.UU. a timar a países pobres alrededor del mundo en trillones de dólares prestándoles más dinero del que ellos podrían alguna vez pagar y para luego hacerse dueño de sus economías.
Hace 20 años, Perkins comenzó a escribir un libro con el efectivo título: ‘Conciencia de un Economic Hit Man’.

Perkins dice, ‘El libro iba a ser dedicado a los presidentes de dos países, hombres que habían sido sus clientes, a quienes yo respeté y de pensamientos afines —Jaime Roldós, Presidente de Ecuador, y Omar Torrijos, Presidente de Panamá. Los dos murieron en accidentes de aviones. Sus muertes no fueron accidentales. Ellos fueron asesinados porque se opusieron a esa fraternidad de corporaciones, gobiernos y elites bancarias cuya es el imperio global.

Nosotros, los Economic Hit Man fallamos en obtener de Roldós y a Torrijos… y otro tipo de Hit Men, los chacales castigadores de la CIA que siempre estaban detrás de nosotros, llevaron a cabo su tarea.

John Perkins sigue en su escrito: ‘Fui persuadido para detener el libro que escribía. Cuatro veces más lo retomé durante los siguientes veinte años. En cada ocasión, mi decisión para recomenzar fue influida por los eventos del mundo actual: la invasión norteamericana de Panamá en 1980, la primera Guerra del Golfo, Somalía, y el surgimiento de Osama Bin Laden. Sin embargo, las amenazas o sobornos siempre me convencieron que lo detuviera’.

Pero ahora Perkins ha publicado finalmente su historia. El libro es titulado ‘Confesiones de un Economic Hit Man’. A continuación, una entrevista con el autor.

AMY GOODMAN: Explíquenos este término, el ‘Economic Hit Man’, E.H.M., como usted lo llama.
JOHN PERKINS: Básicamente para lo que fuimos entrenados para hacer y lo que era nuestro trabajo fue construir al imperio norteamericano. Para traer, para crear situaciones, en dónde tantos recursos como sea posible, fluyan a este país, a nuestras corporaciones y a nuestro gobierno y de hecho nosotros hemos tenido mucho éxito. Hemos construido el imperio más grande en la historia del mundo. Se ha llevado a cabo durante los últimos 50 años desde la Segunda Guerra Mundial, realmente con muy poco poderío militar. Sólo en casos raros como Irak dónde el ejército entra como el último recurso. Este imperio, al contrario de cualquier otro en la historia del mundo, se ha construido principalmente a través de la manipulación económica, a través de las estafas, a través del fraude, a través de seducir a los pueblos en nuestro estilo de vida, a través de los Economic Hit Man. Yo fui, seguro, una parte de todo eso.

AMY GOODMAN: ¿Cómo llegó a serlo? ¿Para quien trabajó?
JOHN PERKINS: Inicialmente fui reclutado mientras estaba en la Escuela de Negocios a finales de los sesenta por la Agencia de Seguridad Nacional, la organización de espionaje más grande y menos comprendida de la nación; pero finalmente trabajé para las corporaciones privadas. El primero y realmente ‘Economic Hit Man’ fue Kermit Roosevelt, nieto de Teddy, a principios de los años 50, quien derrocó al Gobierno de Irán, un gobierno democráticamente elegido, el Gobierno de Mossadegh que fue la persona del año de la revista Time; y tuvo un gran éxito en hacer esto sin gran derramamiento de sangre, aunque hubo alguna pero fue sin intervención militar, simplemente gastó millones de dólares y reemplazó a Mossadegh con el Shah de Irán. En ese momento, entendimos que esta idea de un Economic Hit Man era sumamente buena. No teníamos que preocuparnos por la amenaza de guerra con Rusia cuando lo hacíamos de esta manera. El problema con eso era que Roosevelt era un agente C.I.A.. Él era un empleado gubernamental. Si le hubiesen cogido, habríamos tenido muchos problemas. Habría sido muy embarazoso. Así que, en ese punto, se tomó la decisión de usar organizaciones como la C.I.A. y el N.S.A. para reclutar a los potenciales Economic Hit Man, como yo, luego enviarnos a trabajar para las compañías consultoras privadas, empresas de ingeniería, empresas de construcción, para que si nos descubrían, no hubiese ninguna conexión con el gobierno.

AMY GOODMAN: De acuerdo. Explíquenos sobre la compañía para la cual trabajó.
JOHN PERKINS: La compañía para la cual trabajé era una compañía llamada Chas. T. Main de Boston, Massachusetts. Éramos aproximadamente 2,000 empleados y llegué a ser el jefe economista. Terminé teniendo cincuenta personas que trabajan para mí. Pero mi trabajo real era hacer tratos. Fue dando préstamos a otros países, grandes préstamos, más grande que lo que ellos podrían rembolsar. Una de las condiciones de los préstamos —digamos de 1 billón de dólares a un país como Indonesia o Ecuador— era que este país tendría entonces que devolver el noventa por ciento de ese préstamo a una compañía o a compañías norteamericanas para construir la infraestructura —a la Compañía Halliburton o a Bechtel.
Éstos eran los grandes. Esas compañías entrarían entonces y construirían un sistema eléctrico o puertos o carreteras y éstos servirían básicamente sólo para unas pocas de las familias más adineradas en esos países. Los pobres en aquellos países serían finalmente atrapados con una asombrosa deuda que ellos posiblemente no podrían rembolsar.
Un país hoy en día como Ecuador simplemente debería destinar sobre el cincuenta por ciento de su presupuesto nacional para pagar su deuda. Y realmente no puede hacerlo. Así que, nosotros los tenemos literalmente encima de un barril. Así, cuando nosotros queremos más petróleo, vamos a Ecuador y decimos, ‘Pareciera que usted no puede rembolsar sus deudas, por consiguiente entregue su bosque lluvioso Amazónico que está lleno con petróleo a nuestras compañías petroleras. Y hoy estamos entrando y estamos destruyendo los bosques lluviosos del Amazonas, forzando a Ecuador a darnos porque ellos han acumulado toda esa deuda. Así que nosotros hacemos este gran préstamo, la mayoría de él regresa a los Estados Unidos, el país queda con la deuda más un montón en intereses y ellos se transforman básicamente en nuestros sirvientes, en nuestros esclavos. Es un imperio. Es un imperio enorme.

AMY GOODMAN: Usted dice que debido a los sobornos y a otra razones usted no escribió antes este libro. ¿Qué quiere decir con ello? ¿Quién intentó sobornarlo, o cuales fueron los sobornos que usted aceptó?
JOHN PERKINS: Bien, acepté medio millón de dólares de soborno en los años noventa para no escribir el libro.

AMY GOODMAN: ¿De quien?
JOHN PERKINS: De una gran compañía de ingeniería de construcción.

AMY GOODMAN: ¿Cuál?
JOHN PERKINS: Hablando legalmente, no fue un soborno, fui pagado como consultor. Esto es todo muy legal. Pero esencialmente no hice nada. Estaba implícito cuando acepté este dinero como consultor para ellos que yo no tendría que hacer mucho trabajo, pero no debería escribir ningún libro sobre el asunto, por lo cual ellos eran conscientes que estaba en el proceso de escribir este libro que en ese momento yo llamé ‘Conciencia de un Economic Hit Man’.

AMY GOODMAN: Bien eso es ciertamente cómo el libro dice.
JOHN PERKINS: Sí, y lo fue, ¿sabe usted? Cuando la Agencia de Seguridad Nacional me reclutó, ellos me pusieron durante todo un día en el detector de mentiras. Averiguaron todas mis debilidades e inmediatamente me sedujeron. Usaron las drogas más fuertes en nuestra cultura, sexo, poder y dinero, para seducirme. Vengo de una vieja familia de Nueva Inglaterra, Calvinista, empapada en valores morales increíblemente fuertes. Pienso que soy, usted sabe, soy sobre todo una buena persona y realmente pienso que mi historia muestra cómo este sistema y estas drogas poderosas, el sexo, el dinero y el poder, pueden seducir a las personas, porque fui seducido ciertamente. Y si no hubiese vivido esta vida como un Economic Hit Man, pienso que me sería difícil creer que alguien hace estas cosas. Y por eso escribí el libro, porque nuestro país realmente necesita entender, si las personas en esta nación entendieran acerca de lo que es realmente nuestra política exterior, acerca de la ayuda al exterior, cómo trabajan nuestras corporaciones, dónde va nuestro dinero de los impuestos, sé que nosotros exigiríamos cambios.

AMY GOODMAN: En su libro, usted habla sobre cómo ayudó a llevar a cabo un esquema secreto que hizo fluir billones de dólares de los petrodólares de Arabia Saudita de vuelta en la economía norteamericana y eso extensamente consolidó la íntima relación entre la Casa Saudí y las sucesivas administraciones norteamericanas. Explíquenos.
JOHN PERKINS: Sí, fue un tiempo fascinante. Recuerdo bien, usted es probablemente demasiado joven para recordar, pero yo recuerdo bien a principios de los años setenta cómo la OPEP ejerció este poder que tenía y redujo los suministros de petróleo. Nosotros teníamos los automóviles en filas en las estaciones de gasolina. El país tuvo miedo que estuviera enfrentando otro crash/depresión tipo año 1929; y esto era inaceptable. Así, ellos —el Departamento del Tesoro me contrató a mi y a unos pocos E.H.M. Fuimos a Arabia Saudita.

AMY GOODMAN: ¿Usted les llama Economic Hit Men —E.H.M.?
JOHN PERKINS: Sí, era un término en tono de burla, como nos llamábamos nosotros mismos. Oficialmente, yo era el economista jefe. Nos llamamos nosotros mismos E.H.M. en tono de burla. Nadie nos creería si les dijésemos esto. Y fuimos a Arabia Saudita a principios de los años setenta. Nosotros sabíamos que Arabia Saudita era la llave para deponer nuestra dependencia o controlar la situación. Y trabajamos el siguiente trato con la Casa Real Saudita, ellos estarían de acuerdo en enviar la mayoría de sus petro-dólares de regreso a los Estados Unidos e invertirlos en bonos gubernamentales norteamericanos. [Lo que China hoy en día, gracias al multibillonario comercio de bienes fabricados en su territorio y exportados hacia Estados Unidos, está haciendo exactamente. Nota del Editor].
El Departamento del Tesoro usaría el interés de estas bonos para contratar compañías norteamericanas que construirían las nuevas ciudades de Arabia Saudita, la nueva infraestructura —lo cual hicimos. Y la Casa Saudí estaría de acuerdo en mantener el precio del petróleo dentro de límites aceptables para nosotros, lo cual han hecho durante todos estos años y nosotros estaríamos de acuerdo en mantener la Casa Saudí en el poder mientras ellos cumplieran su parte, lo cual nosotros hemos hecho, lo cual es además una de las razones por la que fuimos a la guerra con Irak en primer lugar. Y en Irak nosotros intentamos llevar a cabo la misma política que tuvo tanto éxito en Arabia Saudita, pero Saddam Hussein no la compró. Cuando los hombres EHM fallan en este escenario, el próximo paso es lo que nosotros llamamos los chacales. Los chacales son de la gente de la C.I.A. que entran e intentan fomentar un golpe o una revolución. Si eso no funciona, realizar los asesinatos o intentan llevarlos a cabo.
En el caso de Irak, ellos no pudieron acabar con Saddam Hussein. Sus guardias personales eran demasiado buenos. Él tenía dobles. No pudieron terminar con él. Así la tercera línea de defensa, si los EHT y los chacales fallan, son nuestros hombres y mujeres jóvenes [del ejército] que son enviados a morir y matar y eso es lo que obviamente hemos hecho en Irak.

AMY GOODMAN: ¿Puede explicarnos cómo murió Torrijos?
JOHN PERKINS: Omar Torrijos, el Presidente de Panamá había firmado el Tratado del Canal con Carter —y, sabe usted, pasó en nuestro Congreso por sólo un voto. Fue un asunto muy discutido. Y Torrijos entonces también siguió adelante y negoció con los japoneses para construir un canal a nivel del mar. Los japoneses quisieron financiar y construir un canal a nivel del mar en Panamá. Torrijos habló con ellos sobre la Corporación Bechtel que estaba muy disgustada, cuyo presidente era George Schultz y Director jefe del Consejo era Casper Weinberger.
Cuando Carter fue apartado [y eso es otra interesante historia], cuando perdió las elecciónes, y entró Reagan, Schultz asumió como Ministro de Relaciones Exteriores desde Bechtel y Weinberger vino desde Bechtel para ser Ministro de Defensa, ellos estaban sumamente enfadados con Torrijos —intentaron hacerle renegociar el Tratado del Canal y que no hablara con los japoneses. Él se negó rotundamente. Él era un hombre de firmes principios, tenía sus problemas, pero era un hombre de principios.
Torrijos era un hombre asombroso. Y así…, murió en una caída de avión en llamas que se conectó a una grabadora con explosivos en su interior. Yo había estado trabajando con él. Supe que nosotros los EHM habíamos fallado. Supe que los chacales estaban rodeándolo y… su avión explotó por una grabadora con una bomba en élla. No hay ninguna duda en mi mente que fue la rúbrica de la C.I.A. y la mayoría, muchos investigadores latinoamericanos, llegaron a la misma conclusión. Por supuesto, nunca oímos sobre esto en nuestro país.

AMY GOODMAN: ¿Cuán estrechamente trabajó con el Banco Mundial?
JOHN PERKINS: Mucho, muy estrechamente con el Banco Mundial. El Banco Mundial proporciona la mayoría del dinero que es usado por los EHM, el Banco Mundial y el F.M.I. Pero cuando fue el golpe de Septiembre/11, tuve un cambio en mi corazón. Supe que la historia tenía que ser contada porque lo que pasó en Septiembre/11 es un resultado directo de lo que los EHM están haciendo. Y la única manera que nos vamos a sentir seguro nuevamente en este país y que nos vamos a sentir bien con nosotros mismos será si usamos estos sistemas que hemos puesto en el lugar, para crear cambios positivos alrededor del mundo. Creo realmente que podemos hacer eso. Ayudar auténticamente a los pueblos pobres. Veinticuatro mil personas mueren cada día de hambre. Podemos cambiar eso.

[*] , Trabajó para la Firma Consultora Internacional Chas T. Main desde 1971 a 1981 donde se autodefinía como ‘Economic Hit Man’.

Transcripción de una entrevista en el programa de Ammy Goodman-democracynow. La entrevista original se encuentra en: http://www.democracynow.org/article.pl?sid=04/11/09/1526251

jesusinet Domingo, 15 Mayo 2005 23:43


La nueva guerra busca un nombre

23 abril 2007

EN LAS DICTADURAS los súbditos no son corresponsables de las barrabasadas de sus dirigentes; en las democracias, sí

GREGORIO MORÁN
Habrá que admitirlo tal como lo digo: después del 11 de septiembre del 2001 aceptamos el linchamiento. Desde aquel infausto día que destruyó la confianza en la impunidad imperial y nos dejó solos entre muchos muertos y bastantes fantasmas, desde ese trágico día nos convertimos en forajidos, o más bien admitimos que el comportamiento de los sin ley era nuestra mejor respuesta, nuestra mejor defensa. Haremos como ellos, dijeron los que ya eran como ellos antes de que los demás soñaran con alcanzar tal nivel de desprecio y criminalidad. La dinámica es muy sencilla y muy fácil de explicar, y además es tan vieja como el crimen de Estado. Cuando una sociedad se siente atacada, lo paga con los más débiles de sus enemigos. Si una ciudad es bombardeada, en seguida aparecen los espontáneos pidiendo ir a las prisiones y acabar con los presos enemigos; se dice vengarse en la vida de los suyos,una variante del exterminio que todo gobernante en situación desesperada entiende como manifestación popular difícilmente reprimible, la cólera de las masas, sobre cuya sucia espuma se engrasan los grandes crímenes de la humanidad. Como ellos han matado a muchos inocentes en las Torres Gemelas de Nueva York o en las vías de cercanías de Madrid, nosotros podemos liquidarles sin piedad y cualquier equivocación o exceso está justificado. La ley del Oeste convertida en política de Estado.

Las casualidades, como las armas, las carga el diablo. El martes de esta semana el senador suizo Dick Marty enunció para el Consejo de Europa una declaración brutal sobre la impunidad de Estados Unidos y la complicidad europea en la vulneración de los derechos humanos. La casualidad está en que ese martes, 24 de enero, es la festividad de San Francisco de Sales según el santoral católico, una tradición tan arraigada que el tal santo es el patrono de los periodistas, cosa que confieso me ha dejado siempre un tanto mohíno porque no vinculo al benemérito canonizado con los medios de comunicación, y debe de ser culpa mía por falta de cultura y de imaginación, que la una ayuda a la otra y alguna relación ha de haber entre el santo y los periódicos. Lo que ya nos acerca al sarcasmo pero resulta elocuente es que san Francisco de Sales no sólo esponsoriza en el más allá a los periodistas, sino que también asume el patronazgo de los sordomudos. ¡Ya tiene que ser sabia la Iglesia católica para poner el mismo santo a los periodistas y a los sordomudos! Pues bien, en día tan señalado y por mor de la casualidad el suizo Marty, antiguo fiscal e inclinado por oficio a la demolición de coartadas, nos ha puesto ante una realidad que no acabamos de asumir. Estados Unidos y sus omnímodos servicios de espionaje han creado una red de campos de concentración de los que no se sabe otra cosa salvo que están fuera de cualquier control, incluso de los propios países que lo consienten en su territorio. No sé si perciben el volumen de la atrocidad y su trascendencia. Lo ha denunciado ante el Consejo de Europa el suizo Dick Marty y los periodistas-sordomudos hemos sido tan discretos que apenas si lo hemos recogido, porque pintan bastos.

La legalización por decreto consuetudinario de la tortura es algo que pasma. El argumento es muy sencillo: ante la prevención de los crímenes inminentes, el exceso en los interrogatorios está permitido en aras de la eficacia. Es la única base teórica sobre la que los grandes asesinos de la historia han construido una hipótesis que el hombre común suscribe y defiende. Y es mentira. Lo de menos en la aplicación de la tortura es la prevención, lo de más es quebrar la resistencia del enemigo. No se tortura para saber sino para vencer, y el que vence en esta lid está marcado por el crimen. No dejará de ser un criminal en el resto de las actividades. No hay torturadores de fin de semana, ni por horas, ni limitados a casos extremos. Un torturador es un profesional del crimen, y el Estado se encarga de proveerles de trabajo y de jubilarlos anticipadamente cuando se exceden en el celo profesional. Una muestra: se acaba de celebrar en Estados Unidos el juicio contra el suboficial Lewis Welshofer acusado del asesinato de un general iraquí durante un interrogatorio profesional.La información, por más que sea sesgada y esté recluida a las esquinas de nuestros diarios, admira porque el suboficial «afronta una condena de 3 años de prisión», acusado de «homicidio por negligencia», puesto que el general enemigo «falleció por asfixia mientras era interrogado». Evito entrar en los detalles de la información que nos suministran las grandes cadenas de prensa norteamericanas porque produce flato: conscientes el suboficial y sus jefes de que la información extraída del general iraquí facilitaría salvar vidas, le forzaron a meter la cabeza en un saco de dormir y falleció por asfixia mientras era interrogado. Sólo la desvergüenza de la crónica está a la altura del desprecio en que nos tienen a los lectores. ¿La cabeza en un saco de dormir? ¡No se habrán reído los redactores periodísticos de esta filtración al escribir lo del saco de dormir! La técnica de la tortura es una de las más desarrolladas, hasta el punto que hoy se puede decir que sólo la muerte evita la entrega; o lo que es lo mismo, aquel que es detenido en una situación de emergencia sólo tiene la opción de morir o de confesar. Ose suicida o canta. La técnica sofisticada es propiedad de los estados altamente desarrollados, el español entre ellos, pero la teórica ya la suministró la Iglesia durante el largo periodo inquisitorial.Pero hay más. Independientemente del asesinato que ejecutaron los servicios del Ejército norteamericano en la persona del general iraquí Abed Mowshush, un marrón castrense que el alto mando decidió que asumiera el suboficial Welshofer, hay un pequeño detalle que con toda seguridad no encontrarán en el prestigiosísimo De la guerra de Clausewitz, y es que cuando en un combate los que van ganando liquidan a los generales enemigos a golpe de tortura, es fácil imaginar qué harán con los soldados y la clase de tropa. A muerte por tortura de general corresponde pasta de tomate para perros en la soldadesca prisionera. Si admitimos que vale todo en la lucha contra el enemigo, porque el enemigo lo hace, habremos de admitir que la pelea la tenemos perdida porque acabaremos justificándoles. Hay un momento en toda guerra sucia en que los contendientes, cuando la mierda ya les ha sobrepasado las criadillas, se preguntan quién empezó a ser el sucio. ¿Qué estadista occidental asentado admitiría una pregunta así? Volvemos al sueño legendario de uno de los asesinos de Estado más venerado del planeta, el que fuera rey de Bélgica, Leopoldo, emperador de Congo. El genocida filantrópico, un adelantado de estas guerras de hogaño.

Aviones sin otro control que el de los jefes de los torturadores surcan nuestro territorio llevando la última redada de islamistas radicales, como la pesca de arrastre, se instala la red y todo lo que hay, cae. Luego ya nos encargaremos de seleccionar el pescado. Habrá una parte que devolverán al mar y cuyas secuelas nadie contará hasta que se conviertan en pirañas; otra que se quedará en las piscifactorías denominadas campos de concentración clandestinos, y por fin los que no saldrán nunca a ver la luz hasta que los convirtamos en harina de pescado. ¿Se acuerdan de las campañas por los derechos humanos en las poblaciones sometidas al comunismo? Ahora resulta que los nuevos gulags se instalan en Rumanía y Polonia, apostaría que utilizando las viejas instalaciones, para no gastar y porque la experiencia y la veteranía es un grado. ¿Qué hacían los dirigentes de la Bulgaria comunista con los disidentes? Utilizar su tecnología para asesinar o secuestrar. ¿Se acuerdan del paraguas criminal que liquidó a un disidente en Londres, si la memoria no me falla? Pues bien, en Milán, 22 agentes de la CIA están incriminados en el secuestro de un ciudadano sospechoso que resultó inocente. Reflexionen un momento. Milán, Italia, y un individuo que lleva una vida aparentemente normal al que se debe tratar como un asesino y sobre el que trabajan 22 agentes de la CIA. ¿Captan ustedes el volumen del crimen? 22 profesionales de una potencia extranjera ejerciendo la implacable ley del Oeste en un Estado soberano que se llama Italia. Maquiavelo con sus pejiguerías en los estados de juguete del Renacimiento se quedaría de una pieza. 22 responsables citados por un juez italiano como ejecutores y cómplices de una ilegalidad criminal. Sería demasiada gente para un crimen de Estado, pero resulta un escándalo para un error de cálculo. No se inquieten, no dimitirá nadie. Tampoco se les pedirá cuentas.

La diferencia capital entre una dictadura y una democracia se reduce a algo tan simple y tan íntimo como que nosotros, los que votamos o nos abstenemos, pero que podemos optar sin el peso del castigo, nosotros, digo, somos responsables de los crímenes que cometen nuestros líderes. En las dictaduras, los súbditos no son corresponsables de las barrabasadas de sus dirigentes; en las democracias, sí. El drama alemán a partir de 1933 fue que Hitler no tomó el poder, sino que se lo regalaron en las urnas. Y hete aquí que ahora nos encontramos ante un dilema imposible. Somos cómplices de la ruptura de una tradición de la cultura occidental, la inquietud sobre los derechos humanos, incluidos los del enemigo. Al carajo se han ido la convención de Ginebra y los juicios de Nuremberg. Como los enemigos son implacables en su papel destructor, nosotros nos comportamos como depredadores para contener la avalancha. La cuestión hoy día no está en el miedo occidental ante el islamista radical, el nudo gordiano no se centra en el miedo, sino en lo mucho que hemos de proteger. La amplitud de nuestros intereses nos hace débiles, exponemos demasiadas cosas y somos pocos para defenderlas.

Esta guerra la tenemos perdida. Cuando cayó el muro de Berlín se terminó la política occidental de los derechos humanos. Así de claro. Era una herramienta política que se reveló eficaz y que luego fue innecesaria. Hoy no hay otro derecho que el de los vencedores de aquella guerra que se dio en llamar fría. A ésta hay que ponerle un nombre. Porque hasta los mayores criminales de la historia, esa lista de elegidos del destino que lograron matar a millares y quedaron en el frontispicio de la civilización como prohombres, desde Julio César a Winston Churchill, consiguieron hacer del lenguaje un trapo donde limpiar sus sucias manos. La apestosa guerra en la que estamos metidos exige un nombre consensuado entre verdugos y víctimas. Lo único inaceptable es que a alguien se le ocurra denominarla guerra contra el terrorismo.A lo más: la guerra de los terroristas.

La Vanguardia- 28/01/2006

jesusinet Sábado, 28 Enero 2006 20:00


¿Y por qué van a pagar los ricos?

23 abril 2007

DINEROJuan Francisco Martín Seco

Allá por los años sesenta, en cualquier manual de Hacienda Pública se distinguía entre rentas fundadas y rentas no fundadas, las que provenían del trabajo y las del capital. Era doctrina pacíficamente aceptada por izquierdas y derechas que las primeras deberían tributar menos que las segundas. Razones: las de trabajo se obtienen con más esfuerzo y, a igualdad de ingresos, las de capital son signo de una mayor capacidad económica, al contar con el respaldo del patrimonio que las genera.

Bajo la égida del neoliberalismo económico las cosas son totalmente distintas. Desde hace ya muchos años se pretende lo contrario. Las rentas de capital gozan de un claro privilegio sobre las de trabajo. No sólo porque las leyes fiscales las han ido favoreciendo con tipos más bajos o con mecanismos reductores —véase el trato fiscal concedido a las plusvalías o a los dividendos—, sino porque los grandes patrimonios, con la complicidad de las entidades financieras, han buscado siempre instrumentos con los que cometer fraude de ley burlando los gravámenes y consiguiendo la pasividad cuando no la complicidad del poder político. Todo ello, por supuesto, con la excusa de que el capital puede emigrar a otras latitudes. ¿Nos puede extrañar entonces que los trabajadores vayan reaccionando en contra de eso que llaman globalización o de proyectos como la Unión Europea, coartadas para conseguir que su parte de tarta disminuya poco a poco en beneficio del capital y de los empresarios?

Primero fue la opacidad de que gozaban todos los activos financieros con rendimiento implícito; después, los pagarés del Tesoro; más tarde, las primas únicas o las cesiones de crédito. Los instrumentos y las situaciones creadas han sido distintos. En unos casos se podía hablar de elusión, en otros, como en la cesión de créditos, directamente de fraude. Pero en todos ellos aparecen siempre unos caracteres comunes: la mano de la banca dispuesta a utilizar cualquier medio con tal de proteger los intereses de sus mejores clientes; un poder político propenso a plegarse a las exigencias de los que realmente mandan e incapaz de hacerles frente; amnistía cuando la situación es ya insostenible; unos términos y conceptos difíciles de entender para el público en general, y, sobre todo, la actuación de un partido político, CiU, convertido siempre en sindicato de los intereses económicos.

Ahora ha surgido el escándalo de las SICAV (sociedades de inversión colectiva). La creación de estas sociedades es antigua, data de mediados de los ochenta. En aquel momento, se esgrimió, como siempre, uno de esos tópicos tan en boga, capitalismo popular, propiciar el ahorro colectivo y que se pudiera canalizar hacia la Bolsa. Se partía de la dificultad que el pequeño ahorrador tiene para invertir directamente en los mercados financieros, por lo que se establecían estas sociedades intermedias a las que se concedía un trato fiscal favorable, de hecho tributan al 1% en lugar de al 35%, como el resto de las sociedades. A cambio, y para garantizar que se trataba de inversión colectiva, se les exigía que estuviesen constituidas por cien socios como mínimo y que cotizasen en Bolsa.

Todo empezó por una de tantas medidas injustas adoptadas en materia tributaria por el anterior Gobierno del Partido Popular, eliminar la obligación de cotizar en Bolsa. Se allanaba así el camino para el fraude fiscal. Muchas de estas sociedades dejaban de ser de inversión colectiva para convertirse en sociedades de inversión privada. Las grandes fortunas vieron en ellas el instrumento perfecto para administrar sus patrimonios sin pagar impuestos. El requisito de los cien socios se podía encubrir en todo caso con hombres de paja. La inspección detectó el fraude, al igual que ocurrió con las primas únicas o con la cesión de créditos, pero una vez más la presión de las fuerzas económicas logra su objetivo, y de la forma más bochornosa. Por primera vez en la historia fiscal de este país se conceden competencias en materia tributaria a la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Ahora ya entendemos lo de la independencia de la Comisión: independiente de la soberanía popular, pero dependiente del poder económico.

Las trescientas actas pueden ir a la papelera. Otra amnistía para las grandes fortunas. De nuevo, los ricos de este país no tendrán que pagar impuestos durante toda su vida, sólo necesitan constituir con su patrimonio una SICAV particular. Bien es verdad que después de muertos tampoco tributarán, porque, tras eliminar el Impuesto de Sucesiones, el patrimonio íntegro pasará a sus hijos, que a su vez podrán constituir otra SICAV. Todo perfecto. Y ello bajo un Gobierno socialista que algunos dicen que es el más radical que ha existido. ¿Qué ocurrirá cuando retorne la derecha?

jesusinet Miércoles, 6 Julio 2005 21:34


Discurso de Steve Jobs en la Universidad de Stanford

21 abril 2007

 Jesuchrist

http://video.google.es/videoplay?docid=3014637678488153340


Hello world!

21 abril 2007

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